Ellos cada tanto huyen a una vida anónima.
Viajan
en trenes comunes, con ropa sencilla y anteojos oscuros.
Ella
oculta pudorosamente sus múltiples tatuajes.
Ahora
cumplen el deseo de viajar en un tren de época recientemente
reciclado.
Viajan
en un tren tirado por una locomotora Garrat -fabricada originalmente
por Beyer Peacock- que tiene 116 toneladas. La más pesada de la
dotación original del Midland.
El
tren corta la llanura pampeana rumbo a Carhue. A los dos les gusta
hacer el amor en ese camarote estrecho que los obliga a dormir
acurrucados. En ese tren cuyo traqueteo se convierte por momentos en
un suave vaivén de barco.
Van
al pequeño pueblo de San Fermín.
Donde
se anuncia una corrida de toros, sin toro.
Muchachos
y muchachas vestidos con sus ropas blancas correrán por las vías.
El
toro será un gigante negro y humeante que ha sido caracterizado a
partir de una locomotora North British recientemente puesta a
nuevo.
En
una de las fotos que les enviaron puede verse al toro que tiene una
boca gigante de utilería que raspa los durmientes de madera y debe
devorar a varios de los corredores en los casi 1000 metros que dura
la carrera.
El
tren llega a San Fermín envuelto en sus nubes de humo y atravesando
una densa niebla.
Bajan.
Ven partir presurosos a los recién llegados que son recibidos por
parientes o amigos. A los solitarios que corren a ponerse en la fila
de espera para tomar alguno de los pocos taxis disponibles en ese
pequeño pueblo.
No
tienen apuro. Caminan el andén. Se acercan a observar de cerca a una
locomotora que no quiere partir. Ni hundirse en la densa niebla que
no deja ver mucha más allá del final de la estación.
Es
un amanecer. Ese es el primer tren del día que llega antes de que
los rayos del sol se impongan a la niebla.
El
tren se va. Los envuelve la soledad. Son una pareja de turistas que
no tiene demasiado interés en salir de ese espacio mágico del andén
de un pueblo perdido en la llanura.
Del
tren queda apenas un sonido que se aleja irremediable.
Ellos
siguen allí viendo las fotos que revisten las paredes del andén. Un
pueblo viejo que se extinguió y volvió a refundarse con la vuelta
del tren.
Están
las fotos de las celebraciones previas del San Fermín hechas
allí.
Caminan
de la mano. Mano derecha de él a mano izquierda de ella.
Están,
como cuando están juntos y paseando, bastante ajenos al
mundo.
Hasta
que la tensión en el brazo de ella los puso en guardia. Son esos
peligros inminentes que se perciben en la piel antes que en la
conciencia.
Esa
voz les hablaba en inglés norteamericano.
La
voz era de una gitana que se acercaba.
-Hola
Brad Pitt.
-Hola
Angelina Jolie.
Ahora
ambos se sobresaltaron por igual.
-Quiero
que se cuiden, hay mucha envidia alrededor de ustedes.
-Hay
gente mala que asedia la dicha.
Angelina
giro bruscamente y le dio la espalda por completo a esa voz a la que
no quería unir con el cuerpo que se acercaba.
Brad
se quedo enfrentando con su mirada fija en los ojos de la gitana.
Su
presencia era la actualización de una antigua pregunta: ¿Hasta que
punto lo real esta construido por los malos sueños? ¿Cuál es el día
en que las pesadillas alcanzan a lo real presente?
Fueron
instantes. Apenas instantes.
La
gitana siguió hablándole a ella, como si él fuese apenas una
sombra.
-No
te vayas. No te escapes.
-Que
no te voy a violar.
Angelina
volvió a estremecerse.
-A
vos ya te violaron hace rato… -Remató la gitana.
Porque
no te cortas la lengua. -Grito Brad con furia, mientras vio la imagen
de la espada de Aquiles en el aire. Su espada que buscaba la cabeza
de la gitana.
Lo
inundo el deseo de verla decapitada. De llevarse esa cabeza. Que
jamás sería la de un santo como Fermín de Amiens.
Pero
la gitana eludió el corte y salió corriendo hacia el umbral de la
estación.
Después,
se desvaneció en la niebla.
Ellos
se miraron, por un momento se desconocieron. Descubrieron que fácil
es ser desconocidos desde siempre y empezar a darse cuenta a un solo
golpe del destino.
El
no quiso decirle que ella habita en sus sueños desde niño, pero que
la ha visto una y otra vez -Hasta ese día a prudencial distancia- en
distintos lugares del mundo.
Angelina
sintió el corte en su propia memoria de piel.
Se
preguntó si aquel suceso tan encapsulado en olvidos, había ocurrido
un séptimo día del séptimo mes.
De
la gitana misma quedaron dudas.
Hasta
que vieron ese goteo de sangre, que se espaciaba y desaparecía al
atravesar el umbral de la estación.

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